Al hablar de los inicios de Pilar, los historiadores suelen estar de acuerdo para fijar esos comienzos al reparto de tierras que Juan de Garay realizara en 1580. Territorio ocupado por solados aragoneses y sus familias, los primeros pobladores no tardaron en venerar a Nuestra Señora del Pilar, patrona de Zaragoza. Sin embargo, el culto se reforzó y asentó en la zona gracias a la acción, muchos años después, de una mujer: María Cabezas.
Para hablar de ella hay que remontarse hasta el siglo XVIII, más precisamente a 1729. Sí, casi un siglo antes de la firma del Tratado del Pilar. Por ese entonces, Cabezas era una vecina de ese pequeño caserío de apenas una treintena de viviendas llamado Luján Abajo. El “Pilar viejo”, tal como es nombrado en la actualidad, estaba emplazado en la zona que hoy es conocida como El Panchito, cercana al Parque Industrial, a la altura del kilómetro 57 de la ruta nacional 8.
Viuda de Francisco Gómez de Saravia, con quien tuvo nueve hijos, María poseía en su casa una imagen de bulto de la Virgen del Pilar. De acuerdo a lo expresado en el “Álbum en homenaje al pueblo de Pilar”, editado en 1940, se trata de “la misma imagen que vemos entronizada en el altar mayor de nuestro templo”, aunque dicha afirmación haya sido desestimada con el paso del tiempo por improbable. Lo cierto es que la mujer propuso darle culto público a la imagen, para lo cual era necesario construir una pequeña capilla de ladrillos de adobe y techo de paja.
El mismo texto señala que María Cabezas “se dirigió al señor Arzobispo de Bs. As. en 1729, solicitando autorización especial para exponer la imagen a la veneración pública. Obtenida la autorización, empezó a funcionar la capilla atendida por un sacerdote que venía del pueblo de Luján a celebrar misa en los días festivos”.
Construcción
La iniciativa surgida en 1729 tuvo asidero recién dos años más tarde: según el historiador Alberto Allindo, “en el año 1731 el Alférez López de Quiroga fue autorizado a pedir limosna para la construcción de la futura Capilla”. Y agrega: “María Cabezas no sólo donó la imagen de la virgen, sino que también cedió una parcela de su propiedad (‘cuadra en cuadro’, dicen los documentos) para la construcción de la Capilla Del Pilar”.
Sobre esto, en su sitio pilarenlahistoria.blogspot.com, Aldo Beliera coincide en que “es muy probable que el primer oratorio haya sido levantado en su propia casa, pues un documento asevera: ‘...en el año 1700 se habían establecido fortines en un lugar llamado ‘Luján abajo’, para defenderse de las invasiones de los indios, y en ese lugar se instaló el primer núcleo de población”.
María Cabezas murió poco después, en 1737, siendo sepultada con cruz baja en la Capilla del Pilar que ella misma había querido crear. Luego de su muerte, otra porción de sus tierras pasó a propiedad de la Iglesia, e incluso se desató un litigio entre sus herederos.
Mientras tanto, los vecinos ya habían comenzado a mirar hacia los terrenos más altos, cansados de las inundaciones constantes. Tomaba forma la idea de mudar al pueblo. Pero esa es otra historia…
Decisivas
Otras mujeres fueron artífices en Pilar desde los puntos de vista cultural, religioso y urbano. En el siglo XVII, Ana de Matos fue artífice fundamental del culto a la Virgen de Luján al levantarle una capilla para que los fieles pudieran orar.
En 1877, Eugenia Tapia de Cruz decidió constituir un pueblo aprovechando la presencia de algunas poblaciones ya asentadas en el lugar. La mujer hizo la fundación bajo la advocación del niño Jesús, por lo que designó al flamante pueblo como Belén. Como la zona ya era conocida como Cañada de Escobar (debido al apellido de uno de los primeros soldados españoles que se habían asentado allí), tras una "negociación" el pueblo fue finalmente bautizado Belén de Escobar, perteneciente al Partido de Pilar hasta 1959.
Villa Rosa, la localidad que nació hace 100 años desde su estación de trenes y hoy no para de crecer..
La antigua fachada de la estación Villa Rosa, llamada así por Rosa Boggio.
Por su parte, doña Rosa Boggio fue la donante de unos terrenos para que se construyera una estación del ferrocarril Central Córdoba: fue inaugurado el 1º de agosto de 1909, y la vecina fue homenajeada al bautizar con su nombre a la localidad, que no es otra que Villa Rosa. En agradecimiento, quisieron bautizar a la estación como Villa Boggio o Boggio, e incluso llegaron a ofrecer pasajes gratis de por vida para toda la familia, pero los benefactores no aceptaron tamaña recompensa.
Fuente: pilarunlibrodehistorias.com.ar